Con su decisión de hacerse del poder, ahondó la crisis que el país vecino venía arrastrando desde hace décadas. Un congreso que tiene el 90 por ciento de desaprobación, destapó la caja de pandora de un país que ha privatizado sus empresas estratégicas y todos sus recursos naturales.
Con erráticos manotazos de ahogado, políticos y periodistas, cercados en Lima, necesitan encontrar urgentemente un culpable: culpan a los terroristas de Sendero Luminoso, a Evo Morales, a las redes sociales.
Si, inicialmente la crisis fue de orden político, ya no lo es, las organizaciones sociales han comenzado a cuestionar el manejo económico de una casta gobernante que entregó al capital extranjero, las empresas estratégicas de Perú.
Mientras la gran prensa dice enfrentamientos, 62 muertos y cientos de heridos de bala, se arrastran por las aceras exhibiendo las heridas de 200 años de abandono y exclusión.
Quizá Dina Boluarte y la clase política que la acompaña logre zafar de este trance, pero el Perú no volver a ser el mismo.
Nadie que ha abierto los ojos, los quiere cerrar.
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